1 de enero de 2023

TIEMPOS LITÚRGICOS

Tiempos del año Litúrgico
Origen del Año Litúrgico
Las fiestas cristianas han surgido paulatinamente a través de los siglos. Estas nacen de un deseo de la Iglesia Católica de profundizar en los diversos momentos de la vida de Cristo. Se comenzó con la fiesta del Domingo y la Pascua, luego se unió Pentecostés y, con el tiempo, otras más. Los misioneros, al evangelizar, fueron introduciendo las fiestas cristianas tratando de dar un sentido diferente a las fiestas paganas del pueblo en el que se encontraban. Podemos compararlo con una persona que recibe un regalo con una envoltura bonita, la cual guarda y utiliza posteriormente para envolver y dar otro regalo. La Iglesia tomó de algunas fiestas paganas las formas externas y les dio un contenido nuevo, el verdadero sentido cristiano.
La primera fiesta que se celebró fue la del Domingo. Después, con la Pascua como única fiesta anual, se decidió festejar el nacimiento de Cristo en el solsticio de invierno, día en que numerosos pueblos paganos celebraban el renacimiento del sol. En lugar de festejar al “Sol de Justicia”, se festeja al Dios Creador. Así, poco a poco, se fue conformando el Año litúrgico con una serie de fiestas solemnes, alegres, de reflexión o de penitencia.
La liturgia es la manera de celebrar nuestra fe. No solo tenemos fe y vivimos de acuerdo con ella, sino que la celebramos con acciones de culto en las que manifestamos, comunitaria y públicamente, nuestra adoración a Jesucristo, presente con nosotros en la Iglesia. Al vivir la liturgia, nos enriquecemos de los dones que proceden de la acción redentora de Dios.
La liturgia es el conjunto de signos sensibles, eficaces, de la santificación y del culto a la Iglesia. Es el conjunto de la oración pública de la Iglesia y de la celebración sacramental.
Liturgia viene del griego leitourgia, que quiere decir servicio público, generalmente ofrecido por un individuo a la comunidad.
El Concilio Vaticano II en la “Constitución sobre la Liturgia” nos dice:
“La liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella, los signos sensibles significan y cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre y así el Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro".

La liturgia es la acción sagrada por excelencia, ninguna oración o acción humana la puede igualar por ser obra de Cristo y de toda su Iglesia y no de una persona o un grupo. Es la fuente de donde mana toda la fuerza de la Iglesia. Es la fuente primaria y necesaria de donde deben beber todos los fieles el espíritu cristiano. La liturgia invita a hacer un compromiso transformador de la vida, realizar el Reino de Dios. La Iglesia se santifica a través de ella y debe existir en la liturgia por parte de los fieles, una participación plena, consciente y activa.
Cada celebración litúrgica tiene un triple significado:
1.      Recuerdo: Todo acontecimiento importante debe ser recordado. Por ejemplo, el aniversario del nacimiento de Cristo, su pasión y muerte, etc.

2.      Presencia: Es Cristo quien se hace presente en las celebraciones litúrgicas concediendo gracias espirituales a todos aquellos que participan en ellas, de acuerdo a la finalidad última de la Iglesia que es salvar a todos los hombres de todos los tiempos.
3.      Espera: Toda celebración litúrgica es un anuncio profético de la esperanza del establecimiento del Reino de Cristo en la tierra y de llegar un día a la patria celestial.

El Año litúrgico es el desarrollo de los misterios de la vida, muerte y resurrección de Cristo y las celebraciones de los santos que nos propone la Iglesia a lo largo del año. Es vivir y no sólo recordar la historia de la salvación. Esto se hace a través de fiestas y celebraciones. Se celebran y actualizan las etapas más importantes del plan de salvación. Es un camino de fe que nos adentra y nos invita a profundizar en el misterio de la salvación. Un camino de fe para recorrer y vivir el amor divino que nos lleva a la salvación.
Los Tiempos litúrgicos
El Año litúrgico está formado por distintos tiempos litúrgicos. Estos son tiempos en los que la Iglesia nos invita a reflexionar y a vivir de acuerdo con alguno de los misterios de la vida de Cristo. Comienza por el Adviento, luego viene la Navidad, Epifanía, Primer tiempo ordinario, Cuaresma, Semana Santa, Pascua, Tiempo Pascual, Pentecostés, Segundo tiempo ordinario y termina con la fiesta de Cristo Rey.
En cada tiempo litúrgico, el sacerdote se reviste con casulla de diferentes colores:
Blanco: significa alegría y pureza. Se utiliza en el tiempo de Navidad y de Pascua
Verde: significa esperanza. Se utiliza en el tiempo ordinario
Morado: significa luto y penitencia. Se usa en Adviento, Cuaresma y Semana Santa


Rojo: significa el fuego del Espíritu Santo y el martirio. Se utiliza en las fiestas de los santos mártires y en Pentecostés.

El Adviento es tiempo de espera para el nacimiento de Dios en el mundo. Es recordar a Cristo que nació en Belén y que vendrá nuevamente como Rey al final de los tiempos. Es un tiempo de cambio y de oración para comprometernos con Cristo y esperarlo con alegría. Es preparar el camino hacia la Navidad. Este tiempo litúrgico consta de las cuatro semanas que preceden al 25 de diciembre, abarcando los cuatro domingos de Adviento.

Al terminar el Adviento, comienza el Tiempo de Navidad, en este tiempo celebramos la Navidad o Nacimiento del Señor, que se celebra el 25 de diciembre y nos recuerda que Dios vino a este mundo para salvarnos.
La Epifanía, se celebra cada 6 de enero y nos recuerda la manifestación pública de Dios a todos los hombres. 
El Bautismo del Señor, se celebra el  domingo siguiente a la Epifanía.Aquí concluye el Tiempo de Navidad.
Tiempo Ordinario es el que va de la fiesta de el Bautismo del Señor hasta inicio de Cuaresma. En el Primer y Segundo tiempo ordinario del Año litúrgico, no se celebra ningún aspecto concreto del misterio de Cristo. En ambos tiempos se profundizan los distintos momentos históricos de la vida de Cristo para adentrarnos en la historia de la Salvación.
La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza y se prolonga durante los cuarenta días anteriores al Triduo Pascual. Es tiempo de preparación para la Pascua o Paso del Señor. Es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. Es tiempo para la conversión del corazón.
La Semana Santa comienza con el Domingo de Ramos y termina con el Domingo de Resurrección. En el Triduo Pascual se recuerda y se vive junto con Cristo su Pasión, Muerte y Resurrección.
El Domingo de Pascua es la mayor fiesta de la Iglesia, en la que se celebra la Resurrección de Jesús. Es el triunfo definitivo del Señor sobre la muerte y primicia de nuestra resurrección.
El Tiempo de Pascua es tiempo de paz, alegría y esperanza. Dura cincuenta días, desde el Domingo de Resurrección hasta Pentecostés, que es la celebración de la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles. En esta fiesta se trata de abrir el corazón a los dones del Espíritu Santo.
Después de Pentecostés sigue el Segundo tiempo ordinario del año litúrgico que termina con la Fiesta de Cristo Rey.
El eje del Año litúrgico es la Pascua. Los tiempos fuertes son el Adviento y la Cuaresma.
Durante el Adviento, Navidad y Epifanía se revive la espera gozosa del Mesías en la Encarnación. Hay una preparación para la venida del Señor al final de los tiempos: “Vino, viene y volverá”.
En la Cuaresma, se revive la marcha de Israel por el desierto y la subida de Jesús a Jerusalén. Se vive el misterio de la Muerte y Resurrección de Cristo: “Conversión y meditación de la palabra de Dios”.
En el Tiempo Pascual se vive la Pascua, Ascensión y Pentecostés en 50 días. Se celebra el gran domingo: “Ha muerto, vive, ¡Ven Señor Jesús!
En los tiempos ordinarios, la Iglesia sigue construyendo el Reino de Cristo movida por el Espíritu y alimentada por la Palabra: “El Espíritu hace de la Iglesia el cuerpo de Cristo, hoy ”.
Los cambios de fechas en algunas fiestas del Año litúrgico.
El Año litúrgico se fija a partir del ciclo lunar, es decir, no se ciñe estrictamente al año calendario. La fiesta más importante de los católicos, la Semana Santa, coincide con la fiesta de la "pascua judía" o Pesaj, misma que se realiza cuando hay luna llena. Se cree que la noche que el pueblo judío huyó de Egipto, había luna llena lo que les permitió prescindir de las lámparas para que no les descubrieran los soldados del faraón. 
La Iglesia fija su Año litúrgico a partir de la luna llena que se presenta entre el mes de marzo o de abril. Por lo tanto, cuando Jesús celebró la Última Cena con sus discípulos, respetando la tradición judía de celebrar la pascua - el paso del pueblo escogido a través del Mar Rojo hacia la tierra prometida - debía de haber sido una noche de luna llena. Hecho que se repite cada Jueves Santo.
La Iglesia marca esa fecha como el centro del Año litúrgico y las demás fiestas que se relacionan con esta fecha cambian de día de celebración una o dos semanas.
Las fiestas que cambian año con año, son las siguientes: 
Miércoles  de Ceniza
Semana Santa
La Ascensión del Señor
Pentecostés
Fiesta de Cristo Rey

Ahora, hay fiestas litúrgicas que nunca cambian de fecha, como por ejemplo:
 Navidad
 Epifanía
 Candelaria
 Fiesta de San Pedro y San Pablo
 La Asunción de la Virgen
 Fiesta de todos los santos

18 de agosto de 2014

REFLEXIONES DESDE MARCHAMALO

D. Francisco Garrido Alcalde desde la localidad de Marchamalo nos envía sus últimas publicaciones, que nos pueden ayudar en nuestra meditación. 

Si quieres leer el libro pulsa aqui o en el enlace de la pagina principal


En vídeo-You Tube también se puede escuchar la oración JESÚS, VEN A MI VIDA, en el siguiente enlace de Google:    Jesús ven a mi vida-Francisco Garrido 


4 de noviembre de 2011

27 de junio de 2011

Biblia





    Biblia infantil       

                                                                                                                               

10 de enero de 2011

Libertad Religiosa


La libertad religiosa "Camino para la paz"

“La libertad religiosa, camino para la paz”, tema de la Jornada Mundial de la Paz


Este mediodía se presentó en la Oficina de Prensa de la Santa Sede el Mensaje del Santo Padre para la XLIV Jornada Mundial de la Paz (1 de enero de 2011), sobre el tema: “La libertad religiosa, camino para la paz”.
Participaron en la rueda de prensa: el cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, el obispo Mario Toso, S.D.B., monseñor Anthony Frontiero y Tommaso Di Ruzza, respectivamente presidente, secretario y oficiales del Pontificio Consejo Justicia y Paz.
El cardenal Turkson explicó que el mensaje de este año comienza “con una referencia al ataque contra los cristianos en Irak, y a continuación presenta el sentido de la libertad religiosa y las diversas maneras en que éste modela la paz y sus experiencias. Sigue con una reflexión sobre la paz como don de Dios y al mismo tiempo obra de los hombres y mujeres de buena voluntad, y, sobre todo, de los creyentes”.
“La libertad religiosa –dijo- es el tema del Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Paz no sólo porque ese tema es esencial a la doctrina social católica, sino también porque la vida de la libertad religiosa -una vocación básica del ser humano y un derecho fundamental, inalienable y universal, y clave para la paz- sigue siendo objeto de amenazas: por parte del secularismo agresivo, que es intolerante a Dios y a cualquier forma de expresión de la religión; del fundamentalismo religioso, de la politización de la religión y de la imposición de religiones de estado; del nacimiento de un relativismo cultural y religioso que se está haciendo cada vez más presente e insistente en nuestros días”.
El purpurado puso de relieve que el Santo Padre, en su mensaje, “ve a la salvaguardia de la libertad religiosa en nuestro mundo multicultural, multirreligioso y secularizado como una de las maneras de salvaguardar la paz”.
Tras recordar que “una de las tareas importantes que nuestro mundo se fijó después de la II Guerra Mundial fue la formulación, aprobación y promulgación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (diciembre 1948), el cardenal subrayó que Benedicto XVI elogió la Declaración, pero al mismo tiempo mostró su preocupación “por el aumento de los casos de negación de la universalidad de estos derechos en nombre de diferentes puntos de vista culturales, políticos, sociales e incluso religiosos”.
“La libertad religiosa –continuó- no es un derecho concedido por el Estado”, sino que deriva “de la ley natural y de la dignidad de la persona, que están enraizadas en la creación. Al contrario, el Estado y las otras instituciones públicas, como recuerda Benedicto XVI, tienen que reconocerlo como intrínseco a la persona humana, como elemento indispensable para su integridad y la paz”.
El presidente de Justicia y Paz señaló que “la libertad religiosa es un deber de la autoridad pública; (…) no es un derecho ilimitado. (…) Se refiere principalmente a la libertad del hombre para expresar su ser “capax Dei”: su libertad para responder a la verdad de su naturaleza en cuanto creado por Dios y creado para la vida con Dios, sin coerción o impedimentos. Es aquí donde el hombre encuentra su paz y se convierte en instrumento de paz”.
“La libertad religiosa –continuó- no implica que todas las religiones son iguales. Tampoco es un motivo para el relativismo religioso o el indiferentismo. La libertad religiosa es compatible con la defensa de la propia identidad religiosa contra el relativismo, el sincretismo y el fundamentalismo: todas las formas de abuso de la libertad religiosa”.
Tras hacer hincapié en que “la libertad religiosa no se limita al libre ejercicio del culto”, señaló que “existe una dimensión pública, que otorga a los creyentes la oportunidad de contribuir en la construcción del orden social”.
“Negar el derecho a profesar la propia religión en público y el derecho a trabajar para que las verdades de la fe inspiren también la vida pública, tiene consecuencias negativas sobre el verdadero desarrollo”.
El cardenal Turkson destacó que “el ejercicio del derecho a la libertad religiosa como un camino hacia la paz implica el reconocimiento de la armonía que debe existir entre las dos áreas y formas de vida: privado y público, individuo y comunidad, persona y sociedad. (…) En consecuencia, el desarrollo y el ejercicio de la libertad religiosa es también la tarea de la propia comunidad”.
Refiriéndose posteriormente a relación entre libertad religiosa y Estado, afirmó que “aunque la libertad religiosa no es establecida por el Estado, éste sin embargo tiene que reconocerla como intrínseca a la persona humana y a sus expresiones públicas y comunitarias. Este reconocimiento de la libertad religiosa y el respeto de la dignidad innata de cada persona también implica el principio de la responsabilidad de protección por parte de la comunidad, la sociedad y el Estado”.
“Los llamamientos de la Iglesia a la libertad religiosa no se basan en una simple solicitud de reciprocidad por parte de una comunidad de creyentes dispuesta a respetar los derechos de otras comunidades a condición de que respeten los derechos de los propios miembros. Al contrario, los llamamientos a la libertad religiosa se basan en la dignidad de las personas. Respetamos los derechos de los demás porque es lo correcto; no a cambio de su equivalente o por un favor concedido. Al mismo tiempo, cuando otros sufren persecución a causa de su fe y práctica religiosa, les ofrecemos la compasión y la solidaridad”.
El cardenal Turkson terminó poniendo de relieve que “todo anuncio del Evangelio (…) es un esfuerzo por despertar la libertad (libertad religiosa) del hombre por desear y abrazar la verdad del Evangelio. Esta verdad del Evangelio, sin embargo, es única, porque es la verdad que salva. (…) La evangelización y el desarrollo de la labor misionera, por tanto, no se contradicen ni se oponen al sentido de la libertad religiosa”.
El obispo Mario Toso afirmó que con este mensaje Benedicto XVI invita, en particular, “a profundizar en la verdad del derecho a la libertad religiosa, o sea sus implicaciones antropológicas, éticas, jurídicas, políticas, civiles y religiosas”. “Más allá de la mera tolerancia -subrayó el prelado- la libertad religiosa es la médula de toda moralidad y libertad, del respeto recíproco, de la paz”.
En el texto, además se critican de igual modo “el fanatismo, el fundamentalismo y el laicismo porque ignoran la esencia de la libertad religiosa que es búsqueda, libre y comunitaria, de la verdad transcendental”.
“Para la Iglesia -terminó el obispo-, el diálogo entre los seguidores de las diversas religiones constituye un estímulo importante para colaborar con todas las comunidades religiosas en la promoción de la paz. Así, en un mundo globalizado, que se caracteriza por sociedades cada vez más multiétnicas y multiconfesionales, las grandes religiones pueden constituir no un problema sino un recurso, un factor crucial de unidad y concordia”.
Para leer el mensaje completo:
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/peace/documents/hf_ben-xvi_mes_20101208_xliv-world-day-peace_sp.html